Lời bài hát: Ismael Serrano. Los Paraísos Desiertos. Una Historia De Alvite.
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Cuando su padre acuchillo a su madre,
estaba tan perdido y tan borracho,
que intento enterrarla en la cocina
y, muchacho, vivian en un cuarto.
En el Savoy me lo conto el Alvite.
Eran tiempos en los que Ernie Loquasto
reinaba como un dandy analfabeto
entre las putas, el juego y el caballo.
Ella tenia, ya sabes, lo que tienen
esas mujeres que en lugar de labios
te ofrecen la succion de una banera
y convierten las camas en un charco.
Hay gente que nace en sabanas de seda
y otros, que quieres, nacen para ser trapos.
Andaba diferente a todas ellas
y nunca se sabia si sus pasos
eran recuerdos de antiguas palizas
o el culo se lo movia el diablo.
Ella, muchacho, me confeso una noche
que su unica ambicion, a que negarlo,
fuera que cuando le llegara ese momento
el ataud, joder, fuera forrado.
De los hombres nunca decia nada.
Los hombres nunca nada le habian dado,
si quitas mil palizas y algun beso
con sabor a empastes y a tabaco.
Hay gente que nace en sabanas de seda
y otros, que quieres, nacen para ser trapos.
Yo ya la conoci cuando no era
ni sombra de ella misma, y sus abrazos
olian a cuartucho de pensiones,
y la muerte le buscaba los atajos.
El Alvite me dijo que una noche,
en un callejon tan solitario
que ni ratas habia, te lo juro,
encontraron su cuerpo destrozado.
Tenia, dicen, las mismas cuchilladas
que su padre a su madre le habia dado.
Hay gente que nace en sabanas de seda
y otros, que quieres, nacen para ser trapos.
Ni siquiera logro, maldita sea,
ese ataud forradito de raso.
Su cuerpo se quedo en el Anatomico
para estudio de la ciencia, muchacho.
Hay gente que nace en sabanas de seda
y otros, que quieres, nacen para ser trapos.
Cuando su padre acuchillo a su madre,
estaba tan perdido y tan borracho,
que intento enterrarla en la cocina
y, muchacho, vivian en un cuarto.
En el Savoy me lo conto el Alvite.
Eran tiempos en los que Ernie Loquasto
reinaba como un dandy analfabeto
entre las putas, el juego y el caballo.
Ella tenia, ya sabes, lo que tienen
esas mujeres que en lugar de labios
te ofrecen la succion de una banera
y convierten las camas en un charco.
Hay gente que nace en sabanas de seda
y otros, que quieres, nacen para ser trapos.
Andaba diferente a todas ellas
y nunca se sabia si sus pasos
eran recuerdos de antiguas palizas
o el culo se lo movia el diablo.
Ella, muchacho, me confeso una noche
que su unica ambicion, a que negarlo,
fuera que cuando le llegara ese momento
el ataud, joder, fuera forrado.
De los hombres nunca decia nada.
Los hombres nunca nada le habian dado,
si quitas mil palizas y algun beso
con sabor a empastes y a tabaco.
Hay gente que nace en sabanas de seda
y otros, que quieres, nacen para ser trapos.
Yo ya la conoci cuando no era
ni sombra de ella misma, y sus abrazos
olian a cuartucho de pensiones,
y la muerte le buscaba los atajos.
El Alvite me dijo que una noche,
en un callejon tan solitario
que ni ratas habia, te lo juro,
encontraron su cuerpo destrozado.
Tenia, dicen, las mismas cuchilladas
que su padre a su madre le habia dado.
Hay gente que nace en sabanas de seda
y otros, que quieres, nacen para ser trapos.
Ni siquiera logro, maldita sea,
ese ataud forradito de raso.
Su cuerpo se quedo en el Anatomico
para estudio de la ciencia, muchacho.
Hay gente que nace en sabanas de seda
y otros, que quieres, nacen para ser trapos.
Serrano, Ismael
Los Paraísos Desiertos
Serrano, Ismael
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